miércoles, 10 de febrero de 2016

El Cambio Climático: ¿tragedia... o hito evolutivo?

La tozuda realidad ha terminado por imponerse y ya nadie duda del cambio climático. Quienes lo negaban, más que ignorantes eran cortoplazistas interesados. Pero al final han podido más las evidencias, así como el hecho de que las relaciones causa/efecto son bastante claras: un número ingente de primates nos hemos dedicado a quemar todo lo que pillábamos, modificado la composición de ese fino manto de gases que es la atmósfera y consiguiendo que se comporte de forma diferente a lo que tenía por costumbre. Hasta ahí, verdad constatada y asumida. Las discrepancias surgen cuando se debate si ese cambio es combatible, cómo hacerlo y qué nos aguarda en función de lo que hagamos.
Está asumido que el cambio es inevitable aunque ya no se queme nada más, habida cuenta de lo que llevamos quemado. No hay acuerdo respecto a hasta dónde llegará el proceso en marcha. También se asume que, durante décadas, aún seguirán realizándose importantes emisiones de gases de efecto invernadero, y el alcance final del cambio dependerá de cuánto tiempo se tarde en reducir dichas emisiones.
Como se comprueba todo es un mar de dudas, porque el asunto atañe a dos ámbitos endiabladamente complejos cuyo mecanismo llevamos desde Atapuerca intentando comprender y aún estamos a medias: la dinámica atmosférica y la de las sociedades humanas.
Fuente: amazon.es
Respecto a nuestro limitado conocimiento del funcionamiento de la atmósfera, a los hechos me remito: hoy en día es fácil encontrar pronósticos que te claven lo que va a hacer en tu pueblo mañana; pero su margen de fiabilidad es inversamente proporcional al plazo de la previsión, de modo que seguramente se queden cerca al vaticinarte lo que pasará dentro de dos o tres días, aunque no tanto con lo que hará la semana que viene. Del tiempo que tendrás de aquí a quince días sólo podrán ofrecerte alguna pista. Y si quieres saber lo que hará el mes que viene… pues mejor que te acerques al estanco y te compres el Calendario Zaragozano, que por increíble que parezca, aún se vende.

No me entretendré aquí respecto a nuestra incompetencia para prever la evolución de las sociedades humanas. Baste recordar que ni uno solo de los hitos trascendentes que han agitado a la humanidad fue previsto (obviando a los cuatro visionarios de turno que nunca se toman en serio), encajado y ordenado: ni la revolución industrial, ni las revoluciones proletarias de principios del siglo XX, ni los totalitarismos antagónicos a las anteriores, ni la actual revolución de la información…Por no prever, y eso que ya estábamos en plena era digital, ni siquiera fuimos capaces de ver venir los éxodos demográficos de inicios del siglo XXI que se nos venían encima. Respecto a esto último, y sólo como curiosidad: hace 30 años todos los demógrafos de Occidente alertaban aterrados del envejecimiento de Europa, y hace 15 ya no se hablaba del asunto, porque estábamos siendo invadidos —¡Oh: sorpresa!— por americanas y africanas en edad de procrear. Pero ahora, como a causa de la crisis —¿Crisis? ¡Oh, nueva sorpresa!— las anteriores se están volviendo a casa, pues empiezan otra vez a machacarnos con la cantinela.
Total, que aún seguiremos quemando combustibles fósiles y todo lo que pillemos (especialmente en el Tercer Mundo, que legítimamente quieren ascender a Primer Mundo y para eso siguen punto por punto nuestros atolondrados pasos), no sabemos seguro de por cuánto tiempo ni de con qué consecuencias. El punto de inflexión definitivo, imagino, llegará cuando los avances tecnológicos posibiliten a la humanidad sustituir por completo sus fuentes de energía neolíticas por otras no basadas en la combustión de nada. Tal vez en la parte más privilegiada del planeta eso llegue antes de que acabe este siglo; pero para que sea una realidad planetaria a lo mejor falta el doble de tiempo. Mucho pues aún de echar humo, y humo, y humo.
Dicho todo lo anterior, que de verdad tan solo pretendía ser una intro (me he alargado un pelín, pero es que el tema lo pedía), ahí va el Poliedro con su típica reflexión, a pie cambiado:
¿Y si el Cambio Climático, visto con perspectiva, no es en realidad ninguna tragedia, sino un hito positivo e imprescindible para la evolución de la humanidad?
Somos el ser vivo con mayor conciencia temporal de cuantos han pisado nunca esta canica sideral, y nos aterran los cambios. Todos los cambios. Llevamos desde que somos algo intentando prever qué es lo que va a pasar, para estar prevenidos y que no nos pillen por sorpresa, de modo que cuando las cosas cambian y no se ajustan a nuestras previsiones nos venimos abajo.
Me imagino la desesperación de nuestros ancestros al terminarse la última era glacial y ver como las migraciones de las manadas que cazaban se iban desplazando más al norte, y más, y más… y cómo luego las especies que siempre les habían alimentado iban extinguiéndose. Anda que no morirían de inanición clanes y clanes enteros. Yo no me habría atrevido a acercarme a ninguno de ellos a decirles que todo aquello iba a ser para bien, que la agricultura y la ganadería traerían el sedentarismo, la civilización… De la misma manera, tampoco me atrevo ahora a plantarme en el Central Park o en Las Ramblas a decirles a neoyorkinos y barceloneses que, en un futuro, es probable que sus ciudades estén pobladas únicamente por peces… pero que eso puede que sea inevitable y beneficioso para la humanidad en su conjunto.
Decía antes “en un futuro”, no sin intención, porque los plazos de todo esto están más que abiertos.
Hace un par de años, National Geographyc publicó un reportaje magnífico —como todos los suyos: menuda joya de publicación— en el que ofrecían una serie de mapas muy realistas de cómo podría ser el mundo, si el cambio climático deshelara por completo los casquetes polares. Continente a continente (faltan algunos, pero pinchando en el enlace podéis ir a la publicación original a verlos todos), la cosa quedaba así:

Para que quede más claro ahí va una imagen un poco aumentada de Europa:
¡Oh, Dios mío…! Adiós a Londres, Lisboa, Barcelona, Sevilla, Estambul, Ámsterdam, Holanda al completo…
Atención señores, que las imágenes anteriores son engañosas: lo que están reflejando es lo que sería el perfil de las costas si TODO el hielo del planeta se derritiese, lo que incrementaría el nivel del mar en cosa de 65 metros. Por más que he buscado no he conseguido encontrar una fuente seria que señale cuánto tendría que aumentar la temperatura del planeta para derretir la totalidad de los casquetes polares, pero sin duda no sería unos pocos grados, sino una burrada… acaso más de diez, cosa que al hombre le costaría conseguir aunque se lo propusiese: la temperatura media del planeta es hoy en día de 15ºC, un grado más de la que había en el siglo XIX. Y como referencia al respecto, ahí van un par de datos más:
  • Las previsiones más optimistas creen que se puede conseguir que el calentamiento global a lo largo del siglo XXI no supere los 2ºC. De ser así, el nivel del mar subiría 50 cm.
  • Las previsiones más pesimistas dicen que el calentamiento del planeta en este siglo podría ser de más del doble, incluso superando los 4ºC. En ese supuesto, el nivel del mar subiría nada menos que… UN METRO.
Para que La Tierra se pareciera a los preciosos mapas del National Geographyc el mar tendría que subir SESENTA Y CUATRO METROS MÁS QUE LA MÁS PESIMISTA DE LAS HIPÓTESIS. Cierto es que la previsión de la prestigiosa revista no era para finales del XXI, sino para dentro de unos 5.000 años, lo que equivale a decir “en un futuro x”, de una Tierra sin hielo y con vaya usted a saber qué temperatura media, lo mismo de 30 ºC. Pero en un escenario como ese las cosas podrían ser muy distintas y no limitarse a una variación de la línea de las costas. Por ejemplo: cierta hipótesis postula que un deshielo repentino de los glaciares de Groenlandia supondría una modificación de la salinidad del Atlántico Norte capaz de interrumpir la Corriente del Golfo, lo que a su vez desembocaría en una nueva glaciación. Nada menos.

Quedémonos en perspectivas memos cinematográficas –después retomaré ese ángulo de la cosa, que me encanta– y pensemos pues en que el cambio climático es una realidad consumada que aún no ha alcanzado su apogeo y que determinará que la temperatura media de la Tierra pase de los 14 ºC de la era preindustrial a cerca de 20º C, a mediados del siglo XXII ¿qué supondrá eso?

En el lado negativo, y qué duda cabe que de considerable relevancia, el clima de las zonas más cálidas del planeta se extremará aún más, haciendo algunas de ellas prácticamente inhabitables (entorno del Sahara, Oriente Medio), y dificultará notablemente las cosas en otras zonas importantes (entorno del Mediterráneo, por ejemplo). El nivel del Mar subirá, acaso dos o tres metros, lo que borrará del mapa algunas islas y ciudades, aunque la mayoría de ellas sólo perderán barrios, obligando a la construcción o recrecimiento de diques (peccata minuta para los holandeses). Las superficies totales que desaparecerán bajo las aguas serán, en términos globales, muy pequeñas. Y como referencia, veamos la siguiente imagen, que muestra cómo sería el mundo si el mar subiese 6 m, que seguramente es más de lo que subiría con un aumento de 5ºC respecto a la temperatura actual:
En rojo se representan las zonas que pasarían a quedar sumergidas. Tampoco es para tanto, ¿verdad?
En el lado positivo, el miedo al cambio climático y a cuáles podrían a ser sus últimas consecuencias determinaría una aceleración exponencial en el desarrollo de las tecnologías limpias. Suena a burrada, pero es una realidad ya constatada en el pasado: la medicina, las comunicaciones, la aeronáutica y tantas otras ramas del saber nunca crecieron tanto hasta entonces como lo hicieron durante la Segunda Guerra Mundial. Esta nueva Guerra Mundial contra el clima cambiante propiciaría —ya lo está haciendo— un salto tecnológico sin precedentes. Pero, además, el hecho de que el clima de la Tierra se suavizase determinaría que millones de kilómetros cuadrados de territorios hoy en día inhabitables pasasen a ser aptos para la agricultura y para cualquier otro uso:
  •  Siberia tiene 13.000.000 Km2 (más que EEUU y Méjico juntos), y en ella malviven apenas 36 millones de personas.
  •  Groenlandia tiene más de 2.000.000 Km2 (como España, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntos), y allí sólo aguantan poco más de 50.000 temerarios, agarrados a los bordes de los glaciares.
  • Las áreas de Alaska, Canadá, China, Mongolia, etc., cuyos posibles usos se encuentran severamente condicionados por sus fríos climas, suman tanto como las dos anteriores.
En resumen: la humanidad podría pasar a disponer para su desarrollo de veinte millones de kilómetros cuadrados más de los que dispone en la actualidad.                                                                                                                                                                                         
Vale: crucificadme todos los conservacionistas de pro, todos los que creéis que lo suyo es que nada cambie, que todo se mantenga en una foto fija… que no sé muy bien de dónde os habéis sacado, salvo de un pasado ideal que nunca existió. Mirad fotos reales de vuestro pueblo. En mi caso, puedo aseguraros que la Sierra de Guadarrama tiene ahora incomparablemente más arbolado que hace cincuenta años, y es probable que esté en su máximo desde hace al menos cinco siglos, porque ya no se arrasan los bosques para obtener combustible y despejar los campos para el ganado. El lobo ha vuelto y los montes están atestados de cabra montesa, seres de los que por aquí sólo se sabía por los cuentos.

Porque obviando la influencia del hombre, el propio planeta en su conjunto es un sistema en evolución constante. Hace diez mil años toda la Sierra a la que antes me refería —menos las cumbres— estaba cubierta por bosques; un par de milenios más atrás por frías taigas, y algunos miles antes por glaciares. Incontables especies se han extinguido en este territorio a lo largo de todas esas transformaciones, y otras tantas las han sustituido. Pretender “conservar”, desde la perspectiva de “que todo siga como siempre, que nada cambie”, es de una ignorancia supina.
(De acuerdo, un poco de piedad: ya sé que los conservacionistas, en su mayoría románticos soñadores bienintencionados con limitada cultura ecológica, a lo que se refieren es a evitar la destrucción gratuita de ecosistemas poco intervenidos por el hombre para sustituirlos por otros de carácter antrópico. Obviamente, en eso estoy con ellos; pero sin perder la perspectiva de que eso de “conservar”, apenas es una forma de hablar)
Por cierto, que lo de “obviando la influencia del hombre” no deja de ser una idiotez, pues el hombre no es sino una parte más del planeta (y no un virus o un cáncer, como otra buena panda de adictos a la culpa postula), y aunque parezca increíble, ni siquiera es quien ha producido en él los cambios más radicales: hace 2.800 millones de años las cianobacterias modificaron la atmósfera terrestre, incorporando a ella el oxígeno que la caracteriza y que hace posible la existencia de la vida tal como la conocemos; cosa que, de paso propició una de las mayores extinciones masivas de la historia: la de casi todos los organismos anaeróbicos que hasta entonces dominaban este planeta. Así que ni siquiera extinguiendo somos pioneros o campeones.
¿Se os está haciendo largo? Acaso lo sea, pero es que yo con estos temas me lo paso fenomenal y no consigo evitar que una historia me lleve a otra.
Venga, vamos a intentar rematar con la alusión cinematográfica que antes dejaba caer.
Nos pone lo dramático. Nos atraen las catástrofes, las hecatombes, los cataclismos. No sé muy bien por qué, pero nos comportamos igual que las polillas ante la lumbre: giramos hipnotizados a su alrededor, atraídos por un imán invisible, indiferentes al hecho de que podamos sucumbir abrasados.
Armagedón, Deep Impact, El día de mañana, El Núcleo, 2012… Si ampliamos los motivos del desastre e incluimos mitologías, invasiones alienígenas y monstruos varios, la lista sería directamente interminable. Desde esa pasión por lo desmedido, nos entran como la seda las previsiones que más se parecen a plagas bíblicas. Y si se trata del Cambio Climático, a todos nos dejaría fríos pensar que apenas tendremos que retranquear la costa 50 cm en alzado; pero imaginar a la Estatua de la Libertad con el agua al cuello, nos pone. Un calentamiento del clima, en principio, debería hacernos pensar en desmantelar estaciones de esquí y en planificar cambios de cultivos y de gestión de las aguas. Pero eso sería muy poco: mola más imaginar ciudades súbitamente sumergidas, tumultos migratorios, guerras, ciclones, sequías monstruosas por aquí e inundaciones por allá… y ya puestos tsunamis, volcanes, terremotos… La polilla, puestos a escoger, prefiere un incendio a una farola.
Si sube la temperatura media del planeta, tiene todo el sentido imaginar que las zonas actualmente semiáridas pasen a ser áridas del todo, y que las ya áridas se vuelvan infiernos. Pero, a nivel global, ¿cómo va a suponer el calentamiento global menos precipitaciones? ¡Será al revés…! Esto es, básicamente, una gran pelota recubierta de agua. Si la calientas más, inevitablemente generarás más evaporación, más agua en la atmósfera que tarde o temprano, cuando llegue a las latitudes más altas, terminará por precipitar. Más calor, a nivel planetario, sólo puede terminar en más lluvia. No en Irak o Almería, claro está, pero sí en Canadá o Siberia… que tras el calentamiento global se parecerían más a la campiña francesa que a los ásperos dominios del lobo y el oso grizzly que son hoy en día.
¿Porqué acompañando al cambio climático, además del comprensible deshielo parcial de los polos, la subsecuente subida de los mares y la acentuación de la aridez de las zonas áridas, han de venir mayores extremos climáticos globales, mayores inundaciones, mayores sequias…? ¿Mayores respecto a qué, a cuándo? ¿Por qué? ¿Porque mola? ¿Porque es mejor que la gente tenga miedo del de verdad, que si no, no reacciona? ¡Ah…! disculpen: olvidaba que me lo pronostican los mismos señores que no son capaces de decirme qué tiempo hará en mi pueblo dentro de tres semanas. Ya me quedo más tranquilo. Segurísimo que aciertan.
Ahora sí que lo dejo, cerrando el círculo con la reflexión que motivó esta entrada, que seguramente habría cabido en tres renglones:
"La actividad humana ha provocado un cambio del clima del planeta: un calentamiento global que tendrá notables consecuencias. No conocemos el alcance final del proceso, pero con seguridad supondrá un retranqueo de las líneas de costa y modificará las posibilidades de uso de extensos territorios. A mi entender, la necesidad de aguzar el ingenio a la que nos veremos obligados, y el balance final de las tierras que quedarán aptas para su utilización por la humanidad arrojará un saldo claramente positivo respecto a la situación de partida".
Al final han sido casi seis. Lo mismo eso indica que soy demasiado optimista. 

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